El Museo de La Plata conserva la piel de un milodonte, un perezoso extinto que vivió en el Pleistoceno, entre 2 millones y medio hasta 10 mil años atrás, aproximadamente. La pieza es un verdadero tesoro por su excelente estado de conservación.
La piel es dura, tiene un centímetro y medio de espesor, con pelos largos de color amarillo rojizo y en su interior (dermis) contiene numerosos huesos pequeños.
Si bien ya se habían realizado estudios, la edad de la pieza aún despertaba dudas. Los paleontólogos Leandro M. Pérez y Néstor Toledo decidieron realizar nuevas mediciones mediante la técnica del radiocarbono, método para conocer la edad de restos orgánicos prehistóricos.
Los estudios determinaron que el tejido tiene aproximadamente una antigüedad de 13.200 años (en edad radiocarbónica Antes del Presente). El trabajo fue realizado junto a Florencia Mari e Ignacio Echeverría (Laboratorio de Radiocarbono, La Plata), Eduardo P. Tonni (Museo de La Plata) y Marcelo J. Toledo (UBA).
A su vez y junto a Alberto Boscaini, investigador de la UBA, realizaron estudios del lado interno del cuero que contiene una red de pequeños huesos, llamados osículos, que forman una especie de armadura, propia de algunas especies de perezosos fósiles.
Los investigadores sometieron este material a rayos X mediante un equipo portátil de uso veterinario operado por y técnicos especializados. La Ley de Protección del Patrimonio Arqueológico y Paleontológico especifica las posibilidades de manipulación de los restos fósiles a fin de protegerlos. Por este motivo, el estudio de rayos X se realizó sin mover la piel de la vitrina que la exhibe en una de las salas de paleontología del Museo.
“La piel del perezoso es un verdadero tesoro: es probable que no se vuelva a encontrar algo parecido. Aunque esté arrugada y deshidratada sabemos que no se la debe modificar y así tomamos las radiografías”, añade Pérez.
El estudio reveló que las piezas óseas están ordenadas según un patrón, en hileras o bandas en algunas zonas y en rosetas o estrellas en otras. Los investigadores infieren que las estructuras de rosetas se ubicarían en la zona del lomo y sus alrededores, mientras que las hileras estarían en los costados y cerca de las patas. Los huesos dispuestos de este modo creaban una especie de armadura que además permitía el movimiento al poder plegarse o arrugarse.
Asimismo, la piel gruesa y reforzada con elementos óseos les posibilitaría la defensa ante posibles depredadores u otros animales de la misma especie.
Esta piel fue hallada en la Cueva del Milodón, una formación natural en el sur de Chile, y fue colectada en 1899 en una expedición científica organizada por el Museo de La Plata. Se cree que las especiales condiciones ambientales de la cueva ayudaron a mantener su grado de preservación.
El milodonte fue uno de los mamíferos de mayor porte de América del Sur, pesaba más de mil kilos y medía unos 3 metros. Era herbívoro, con grandes garras y andaba en cuatro patas, aunque se estima que también podía pararse en dos patas.
Coexistencia con humanos
Uno de los objetivos de los investigadores es discutir la coexistencia de los milodontes con humanos en un contexto glacial en el extremo de América del Sur.
El estudio de dos omóplatos de estos perezosos, también recuperados de la Cueva del Milodón, uno de ellos alojado en la colección de paleontología vertebrados del Museo de La Plata y otro en el Museo de Ciencias Naturales de Zúrich, con un fechado de entre 12 y 13 mil años, muestran marcas de corte realizadas por herramientas y otras señales de arrastre por el suelo.
Esto constituye una evidencia indirecta de presencia humana. “Si bien hay que seguir analizando, es una prueba indiscutible de convivencia de los milodonteos con el ser humano y, de comprobarse, sería una de las más antiguas de América del Sur”, explica Leandro M. Pérez.
Estos estudios reabren el debate sobre la convivencia de los perezosos gigantes con los primeros pobladores.
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